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viernes, 22 de febrero de 2013 | By: Luis Alberto Medina Huamaní

LOS MISERABLES: los sueños rotos y la esperanza de la libertad


El arte, entre otras cosas, es un tipo de lenguaje, siempre que entendamos lenguaje no en su sentido estricto como un medio de comunicación de carácter biplánico (lengua y habla), sino en su sentido más lato y moderno: como una forma de comunicación  (Yuri Lotman).  En este sentido, aceptamos que el arte es un lenguaje secundario que dice algo, que transmite una información según la intencionalidad del enunciador (creador, autor, compositor).

Dicho esto, toda obra de arte es una forma de comunicación. El cine, la obra literaria, la ópera, el ballet… son formas de comunicación, que nos  dicen algo pero  de una forma diferente. Son lenguajes que han sido codificados de una forma  artificiosa. Esta diferencia radica, esencialmente, en su artificiosidad. Es el artificio aquello que le confiere  a una creación cualquiera su carácter de arte, puesto que es gracias a ello que un texto escrito se convierte en un texto literario (llámese poema, cuento, novela, tragedia). Si un texto del que se dice que es un poema carece de este artificio que lo hace único, especial, genuino, deja de ser arte.    

Estas reflexiones iniciales vienen a colación a propósito del cine como arte y –ergo- como un sistema de comunicación. Específicamente hablaremos de Los miserables (2012.) Película que ya se ha estrenado en Lima. Esta última versión   cinematográfica del genio de Víctor Hugo, es dirigida por el ganador del Óscar Tom Hooper (El discurso del rey). En ella trabajan los actores Anne Hathaway, Hugh Jackman, Russell Crowe, Amanda Seyfriedy Helena Bonham Carter entre otros más.

LOS MISERABLES es una historia que transcurre en la Francia del siglo XIX y cuenta una emotiva historia de sueños rotos, amor no correspondido, pasión, sacrificio y redención: una prueba atemporal de la fuerza del espíritu humano. Hugh Jackman es Jean Valjean, el exconvicto al que persigue durante décadas el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean accede a cuidar a Cosette, la joven hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre.

Esta versión cinematográfica de la novela de  Víctor Hugo es una perfecta excusa para reencontrarnos con el genio francés y nos permite reflexionar sobre las complejas estructuras sociales, políticas, económicas de la Francia del siglo XIX y la decadencia de un sistema político económico que no tenía más cabida  en un mundo que pregonaba a gritos su libertad.

La novela (publicada en 1862) de estilo romántico, en su conjunto,  es  una complejidad asombrosa que analiza, cual radiografía de la época, la decadencia de una Francia de estilo monárquico que camina hacia una Francia más bien republicana.  En es una historia en cuyo argumento se plantea una profunda reflexión sobre el bien y el mal, el funcionamiento de la ley, la política, la justicia, la religión y, sobre todo, la ética. 


Tom Hooper, para sosiego de los amantes del buen cine y para los que somos fieles admiradores de la novela, entiende esta intencionalidad de Víctor Hugo, lee con profundidad el drama, los sueños  rotos, las contradicciones  y las pasiones de los personajes y los sabe transmitir gracias a las brillantes actuaciones de sus personajes. En cada minuto que transcurre durante su desarrollo, el espectador se compromete con cada uno de los protagonistas: se conduele con el drama de la bella Fantine –madre de Cosette- que trabaja en una fábrica y es echada por otras mujeres infelices que no entienden que la están condenando al absoluto sufrimiento y la pérdida de sí misma. Ella se verá obligada a prostituirse con la única intención de tener alguna posibilidad de cuidar, proteger a su pequeña. Es el retrato de la joven madre soltera que sufre el abandono del padre y el rechazo de una sociedad demasiado arraigada en los prejuicios y las apariencias: machismo, pobreza, injusticia, desigualdad… todo se conjuga en una sola realidad que corroe a sus integrantes y los azota con el látigo de la maldad y la perversión.

Jean Valjean es el héroe y antihéroe. El bien y el mal están encarnados en su personaje. Por un lado ha sido condenado a 19 años de cárcel por haber robado un pan. Al salir de prisión es visto como un hombre peligroso y es despreciado por toda la sociedad sin oportunidad alguna de redimirse.  Por otro lado, se redime y se convierte en un hombre de bien, aunque tenga que ocultar su identidad. Es buscado por la ley por haber violado su libertad condicional. Javert es quien representa a esta ley que no perdona a los pobres y los persigue hasta hundirlos en su propia miseria.

La historia es harto conocida. Desde ya, recomendamos ver esta interesante y excelente película.  Es imposible no conmoverse hasta las lágrimas con cada uno de los momentos dramáticos –o de felicidad en medio de tanta desgracia- por los que atraviesan cada uno de sus protagonistas.   Vamos al cine, gocemos de la película y aprendamos del genio francés: reconciliémonos con la ética, las convicciones y los principios fundamentales que deben regirnos en cada uno de los pasos que demos en la vida, en cada accionar. 

LUIS ALBERTO MEDINA
San Juan de Miraflores, 22 de febrero de 2013