Tal
es mi poesía: poesía-herramienta
a
la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal
es, arma cargada de futuro expansivo
con
que te apunto al pecho.
Gabriel Celaya
(La
poesía es un arma cargada de futuro, Cantos Íberos, 1955)
Si la poesía es un arma cargada de futuro, como
escribió el poeta español Gabriel Celaya en su texto La poesía es un arma
cargada de futuro, afirmemos que los poetas del Grupo Parasomnia, cuya
Antología Grupal Al otro lado del verso presentamos hoy en la casa de las
letras peruanas, son las balas
venideras, y sus poemas los disparos del porvenir.
Cuando Gabriel Celaya escribió su poética
profecía, el mundo era otro. Hoy es un mundo distinto al que él soñaba, pero
también diferente al que cualquiera de su tiempo y del nuestro hubiera
imaginado: ésa es una poderosa razón para no dejarnos llevar por la arrogancia
fatal[1] de moldear al mundo conforme a nuestro parecer, pues más bien
justifica que permitamos a todos desarrollar su particular proyecto de vida en
libertad. No obstante, ese futuro del que hablaba es el hoy de los poetas de
este libro. Y el ahora de su poesía es también un revólver con el tambor pleno
de proyectiles ulteriores.
Por lo dicho, a contrapelo del sentir común, me
invade el convencimiento que los jóvenes poetas de nuestro tiempo no son más
indolentes ni desconcertados que los de hace 50 años, y, entre ellos, los
jóvenes poetas de este grupo, Parasomnia, y de este libro, Al otro lado del
verso, en particular.
Los de medio siglo atrás nos parecían más
intelectuales o comprometidos pero, a juicio de este escriba, se encontraban
enhechizados, tal como escribiera Miguel de Cervantes en El licenciado Vidriera
sobre la ciudad más hermosa de España: “Salamanca que enhechiza la voluntad de
volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”, y
que recalcara con acierto, sobre la misma ciudad, Miguel de Unamuno:
Es decir, como embrujados por el sibilino influjo
de ciertas utopías – equivalentes a las que Celaya defendía con ardor – que
luego trajeron muchísima violencia a sus países.
Creo que los jóvenes poetas de ahora son más
precisos en sus propósitos, más acuciosos en definir su rumbo y con aspiraciones
menos peligrosas para la convivencia civilizada. Son distintos, al igual que
desemejante es el escenario donde se encuentran. Cabría preguntarse cómo
habrían reaccionado los entonces jóvenes de los cincuentas y sesentas ante la
inevitable metamorfosis de sus sueños en pesadillas, o qué acciones tomarían en
estos momentos.
Ahora bien, que los jóvenes poetas del grupo
Parasomnia, que nacen con el crepúsculo del corto siglo XX, como lo denominó el
historiador Eric Hobsbawm[2], sean distintos a los que en él vivieron, no
significa que sean menos creativos, románticos o espléndidos.
Por el contrario, tienen tareas más difíciles,
algunas permanentes, otras nuevas. Entre las permanentes, convivir con
diferenciarse de los narradores, para quienes escribir ficciones les permite
ser otras personas, vivir otras vidas, probarse otros nombres[3], en tanto que
los poetas están solos con sus soledades, las propias y las de sus
circunstancias, si nos ponemos orteguianos.
Del mismo modo, si una tendencia permanece inalterada
en los poetas que han nacido al arribar las postrimerías del siglo XX, respecto
de sus predecesores, ésa es la angustia. Ninguno de ellos se creyó la coartada
del fin de la historia.
Que las utopías hayan implosionado junto con el
telón de acero, no supone que la angustia, imperecedero sentimiento, haya
languidecido. Los utópicos de antaño pretendieron anularla con sus modélicas
sociedades, ahora desaparecidas.
Humana frustración, ante los deseos no resueltos,
lo incierto, la disfuncionalidad familiar, las relaciones amorosas, la
injusticia, el tiempo y su crueldad, la ausencia de sentido de la vida, la
angustia es tomada en forma nueva por los novísimos aedos del grupo Parasomnia
mediante sus escritos, ora mediante la protesta, ora a través del esteticismo.
Entre las nuevas tareas, escojo una sola, debido
al tiempo, y es el requerimiento al que deben, los jóvenes creadores,
responder: ¿Para qué poetas? Y es que, como nunca antes, la nadería que
aparentemente es la poesía ha sido tan cuestionada por la imbecilidad
televisiva e informática que nos acecha.
Respondo a aquellos infelices, seres amputados que
viven sin poesía – lo que equivale a no vivir, a deambular como muertos
caminantes, putrefactos mientras respiran – que se atreven a sostener que la
poesía es una labor estéril e inane, con las extraordinarias palabras del
ensayista mexicano Prócoro Hernández, en su escrito ¿Para qué la poesía?:
“La poesía se emplea para aplacar las tormentas
del alma, redimir a una mujer o un hombre o llenar el corazón de ese
sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu,
asustar una soledad y alejar una tristeza.
Sirve también para
reflexionar acerca de si las piedras hablan o si la luna es medicina
para el mal de amores. Por medio de la poesía podemos hacer hablar las flores y
voltear el cielo de cabeza, cambiar la tarde de lugar. Es un buen recurso para
transgredir la monotonía y curar el insomnio”[4].
Y para colocarnos en el estado de parasomnia,
agrego yo, ese trastorno de la conducta durante el sueño asociado con episodios
breves o parciales de despertar, sin que se produzca una interrupción
importante del sueño ni una alteración del nivel de vigilia diurno: el estado
poético por excelencia.
Inquiero también, ¿Por qué una antología grupal
ahora? Si bien es una pregunta que responderán los integrantes del grupo
Parasomnia, me apresto a dar a conocer mis razones, pues he militado en Neón, y
los autores de Al otro lado del verso deberán reconocer que la poesía peruana
de los noventa fue el último período donde los poetas nos organizamos,
decididamente, en grupos literarios.
Lo hicimos porque los grupos literarios que
animaron la escena cultural del Perú del fin del milenio, fueron, para todos
nosotros, los poetas del noventa, el único salvavidas al que pudimos aferrarnos
en este país naufragado y encallado, abierto en canal como un toro sacrificado
para una hecatombe, que iba hundiéndose sin cesar en el mar tenebroso del
terror, la miseria, el cólera, la desesperación y la ausencia de salidas.
Así, pues, desalentados de la política, con sus
corrupciones paralizantes o sus expresiones extremas y totalitarias;
abandonados a nuestra suerte en un país que parecía no tener ningún futuro y
habíase convertido en “ese reino que nunca quisimos, y que nunca fue nuestro”,
como escribió el poeta; finalmente, dispuestos a no pasarnos la vida debajo de
mesas desprovistas esperando las bombas que nos aniquilen, o a ser
desaparecidos por las fuerzas del orden cualquier noche sin luz y con toque de
queda; resolvimos, sin siquiera racionalizarlo, que la mejor manera de hacerle
frente a este apocalipsis era decir, con poesía, que íbamos a sobrevivir; que
no iríamos en silencio hacia el corazón de las tinieblas; en definitiva, que
con coraje y con resolución, lucharíamos y gritaríamos: ¡vamos a prevalecer!
Con lo dicho, creo en las buenas intenciones del
grupo Parasomnia para darse a conocer con esta estupenda antología, Al otro
lado del verso, pues, si una y otra vez, los artistas nos hemos sobrepuesto a
todas las tinieblas, y demostramos que se puede crear, cultivar e iluminar con
el arte, en medio de las más difíciles condiciones, confío en que lo mismo
ocurra con los poetas de esta antología, pues si las crisis pasadas supieron
legarnos verdaderas joyas literarias, de rescate y reafirmación de lo humano,
es seguro que nuevas cotas se alcanzarán por medio de los autores reseñados. De
los poemas leídos, se observa que tienen la actitud, la erudición, la
sensibilidad y la creatividad suficientes para acometer dicho reto.
Al terminar de leer sus textos, queda patente otro
rasgo en común: los jóvenes vates de esta antología asumen los sentimientos y
las ideas de una mayoría de sus contemporáneos y los expresan en palabras
señeras y convincentes, poéticamente seductoras.
Le devuelven a la poesía el viejo prestigio que
otrora ostentó y, en una nueva misión prometeica, entregan a las mujeres y
hombres de su tiempo el fuego ineludible de la libertad.
Así concebida, la poesía es una hoguera en la que
arden los viejos y los nuevos mitos, las utopías del ayer y los desencantos del
hoy. Los poetas parasomnes de nuestro libro son también pirómanos, y en sus
poéticas piras se queman ellos, sus angustias, el sarcasmo con que se atiende a
su quehacer en nuestros días, todos estos materiales diversos, incluso los que
se consideran no combustibles.
Es casi seguro que los poetas ubicados en esta
antología ardan en sus propias llamas, en una suerte de auto sacramental, de
combustión espontánea de la literatura actual. No teman: tal es su naturaleza.
Iluminar, ora breve, ora a largo plazo, pero intensamente.
De esta manera, que sus flamas nos calienten e
iluminen, porque, como escribiera el poeta norteamericano Ralph Waldo Emerson,
en una genial anticipación, los poetas “no somos vehículos del fuego, ni
antorcheros, sino hijos del fuego, hechos de su substancia”[5].
Para concluir, debo afirmar que sin los poetas del
grupo Parasomnia, no se entendería bien la marcha de la novísima poesía peruana,
arma del futuro, y de los cuales ellos son las balas, no perdidas, sino
representantes. Proyectiles del porvenir, balas del futuro, les deseo que no
los condene la muerte, que no los fusile el silencio, que no los maldiga el
olvido. Tal es mi oración y mi apuesta.
NOTAS:
[1] Hayek, Friedrich A. La fatal arrogancia. Los
errores del socialismo. Unión Editorial, segunda edición, Madrid, 1997. El
Nobel de economía analiza en éste, su último, la terrible equivocación de
diseñar una sociedad, cuando ello es imposible, por lo infinito de los
conocimientos y acciones de los hombres en libertad.
[2] Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX.
Editorial Crítica, Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1998, 612 páginas. Título
original: Extremes: the short XXth Century.
[3] Como escribiera el gran Joaquín Sabina, La del
pirata cojo.
[4] Hernández Oropeza, Prócoro. “¿Para qué sirve
la poesía? El concepto de poesía en Octavio Paz”. En: Revista Inter fórum, 12
de mayo de 2012.
[5] Emerson, Ralph Waldo. El poeta. Ensayo
traducido por Pedro Umbert. Buenos Aires, Ediciones Mínimas, 1921, página 4.
TEXTO LEÍDO EN LA PRESENTACIÓN DE AL OTRO LADO DEL VERSO EN LA CASA DE LA LITERATURA PERUANA.
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