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viernes, 17 de mayo de 2013 | By: Luis Alberto Medina Huamaní

GRUPO PARASOMNIA Y LA POÉTICA DE LOS AÑOS 2000 - Domingo de Ramos


La poesía peruana está protagonizada de dos maneras: las individualidades y los grupos. Desde el siglo pasado, en sus albores, tuvimos la presencia de Colónida (liderado por Abraham Valdelomar), Grupo Norte (en el que destaca César Vallejo), el Grupo Orkopata (que da comienzo a la vanguardia y a la modernidad de la lírica en el Perú); en los 70, aparecieron  Estación Reunida, Hora Zero y La Sagrada Familia; en los 80, El Movimiento Kloaka; y en los 90,  El Grupo Neón, Inmanencia, Vanaguardia, Geranio Marginal y Noble Katerva.

Sin embargo, a pesar de los grupos y colectivos en los que se reunían los noveles escritores, había (y hasta hoy hay) una marcada individualización y una dispersión de los discursos que se acentúa en los años 2000. Lo cierto es que después de los 80 no se logra cuajar una opción de Movimientos programáticos y estéticos como en el siglo anterior. Esto tal vez sea su distintivo generacional en el que  se marca un distanciamiento y se apuesta por la diversidad y la eclosión de voces más o menos heterogéneas.

En este sentido, los discursos vienen desde el malditismo urbano, la representación de lo suburbano popular, el coloquialismo, la construcción del sujeto autobiográfico, etc. Estos rasgos  hacen que las poéticas últimas sean movibles y pequen de cierta precariedad, dado que no se observa un norte fijo; del mismo modo,  genera que la crítica los sitúe en la dispersión, más que en la cohesión de sus discursos. 
Estos comentarios, precisamente,  vienen a colación por la reunión de los poemas de los integrantes del Grupo Parasomnia quienes hacen su aparición oficial mediante esta selección editada de sus cinco miembros fundadores, que son los siguientes poetas: Blanca Segura, Efraín Altamirano, Alfredo Coello, Eduardo Cabezudo y Luis Alberto Medina.

Cada uno de ellos con disímiles voces y propuestas distintas en cuanto al tratamiento del lenguaje y a las técnicas asimiladas, nos dan un panorama de sus poéticas en el grupo que bien refleja lo dicho anteriormente de la dispersión que continúa marcando la lírica peruana a partir de los noventa según el crítico y poeta Luis Fernando Chueca. Cabe recalcar que Grupo Parasomnia se forma en el año 2011; desde entonces, sus integrantes vienen participando, en forma conjunta, como organizadores y animadores de la poesía: realizando  recitales y presentaciones en diversos espacios de la ciudad.

A continuación, caracterizaremos brevemente las dicciones de cada uno de los miembros del grupo.

La poesía de Blanca Segura no está inscrita en la poesía de género –como lo estuvieron las poetas en las décadas pasadas, en especial en los años 80–, sino más bien es transparente. En esta, el dicente o el sujeto poético se examina exhaustivamente y se pregunta sin poder ubicarse en el mundo que le ha tocado vivir “por qué los pasos son más inciertos”. En esta línea se encuentra su texto “Resaca emocional”.

La poesía de Luis Alberto Medina transcurre en lo que se denomina escritura de la migración. El sujeto poético añora el terruño, al que  ve desde la distancia; tiende a la melancolía, que no se advierte tanto, que no se impregna tanto en sus textos; porque logra equilibrarla y esquivarla con soltura, mediante los fraseos aurorales que le dan otro tinte; aunque pasa por momentos trágicos y de dolor ante la miseria humana de esta realidad que palpamos diariamente

En la poesía de Alfredo Coello, hay una honda reflexión intimista, amainada con vientos, desvelos; reflexiones casi en secreto de encuentros con la luz y con las sombras, que sollozan y huyen en el tiempo para aterrizar sobre el jardín familiar y ser con la palabra, cerca de la orilla, desde donde ve la soledad, el silencio, el mar y la vida.

En el caso de Eduardo Cabezudo, su poesía es sarcástica, demoledoramente obsesiva. Habla de pérdidas y de amores imperfectos, huidizos como el tiempo que dejan huellas en la memoria del poeta que la enuncia como en un sueño frustrado pero que está presente, casi vivo, en las palabras que inyectan insomnio a los pobres hambrientos de sueños.

Efraín Altamirano tiene una poesía visceral, aullante, que habla de las vicisitudes de las calles y de su cotidianeidad. En ella  mezcla lo prosaico, lo vulgar y todas las impurezas que se muestran en la vida cotidiana de un ser humano. El enunciado lírico recorre la realidad con estupor y asco de lo que presencia; revela, como una película en blanco y negro, la marginalidad, el caos, la inseguridad, el existencialismo y su descenso a los infiernos.

Estos son los cinco que se vienen con todo y esperemos que más adelante sigan no solo agitando y promocionando la poesía, sino que den sus frutos más interesantes para contribución a la lírica de nuestro país.
                                                                                   Domingo de Ramos.