“Perú cuídate de tu propio Perú”, nos diría César Vallejo si estuviese entre nosotros. ¿Nos olvidamos del fujimontesinismo y las mil razones para evitar otro gobierno fujimorista y cuidamos el crecimiento económico, que debe ser intocable y que es lo único que importa tal como pretende la derecha y sus aliados políticos? ¿O decidimos seguir por el camino de la decencia, la memoria y la dignidad? Un ciudadano con firmes convicciones éticas no dudaría en responder a estas interrogantes; la primera opción no tiene viabilidad, no debe tener sentido ni razón de ser. Las cartas están puestas sobre la mesa. Aprovechamos la coyuntura política, el último debate presidencial y las promesas electorales para reflexionar sobre la importancia de la existencia de la ética, la educación y la democracia.
1. El debate se dio y no estuvo exento de pullazos y acusaciones: hubo más de esto antes que una verdadera contraposición de ideas y propuestas claras sobre la agenda establecida para esta ocasión: la lucha contra la pobreza, seguridad y narcotráfico, institucionalidad democrática, economía e inclusión social. La “gran prensa”, la vendida, la puta, la inescrupulosa, la bestia, la innombrable, etc., le dio el triunfo a Keiko Fujimori (como se había advertido y era de esperarse), para comprobarlo bastará con echar un ojo a los principales titulares de estos medios. Ciertamente, Humala no fue contundente como se le esperaba. Ahora, gane quien gane, seremos testigos de una nueva etapa en la historia de nuestra patria: ¿cáncer o sida?, ¿hacia dónde nos llevan estas elecciones?
Estas interrogantes aún no tienen respuestas claras y objetivas. Excepto una: si gana el fujimorismo, nos habremos hundido en el fango de la vergüenza, la inmoralidad e impunidad: habremos legitimado los delitos y las fechorías del fujimontesinismo… Si gana el nacionalismo, tendremos la conciencia tranquila quienes decidimos decirle no al fujimorismo; pero muchos compatriotas se sentirán defraudados y atemorizados por la incertidumbre y los cambios que plantea el nacionalismo, ahora en consenso y alianza con otras fuerzas políticas y el respaldo casi general de los más destacados intelectuales del Perú. El miedo no debe prevalecer frente al repudio, la vergüenza, la memoria y la dignidad.
A fin de cuentas, llegado el momento y consumado el acto electoral del 5 de junio, quien gane estas elecciones deberá respetar la institucionalidad del Estado, la democracia; deberá trabajar por una sociedad más inclusiva; deberá hacerle reformas a la educación; repotenciar los programas productivos, luchar contra la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, la inseguridad; elaborar agendas serias, ambiciosas en cuanto a cultura, educación, inversión, entre otras cosas.
2. Una sociedad educada suele ser crítica y suele vivir en democracia; sin embargo, la “democracia” nuestra está muy lejos de ser una democracia; es en realidad la única que se debe escribir entre comillas. Es solo nominal, mas no real ni doctrinaria. Debemos repensar el verdadero sentido de lo que es democracia. No es solo acudir cada cinco años a elegir al presidente, a los congresistas y asistir a las elecciones regionales… Lo que nosotros tenemos como tal es, en realidad, “partidocracia” (entendido como un gobierno en el cual, aunque teóricamente se vive en democracia, los actores principales y únicos del panorama político son los grandes partidos políticos) que se instaura en el poder para satisfacer sus propios intereses y crea para tal fin el discurso y la normatividad que les permita justificar su ejercicio de poder amparado en la elección popular que los legitima: esto se traduce en corrupción, “lobismo”, oportunismo, transfuguismo y etc.
En una verdadera democracia, el gobierno no impone normas ni ejerce el poder autoritariamente sino los que detentan del poder deben ser todos los miembros de la sociedad que la integra; la toma de decisiones debiera responder a la voluntad colectiva de los miembros del grupo, pero nada de esto ocurre en la realidad. La verdadera democracia, por último, la debemos entender no solo como una forma de gobierno y una forma de convivencia social, sino como una actitud frente a la vida, como la forma más civilizada y humana de relacionarnos con los demás: respetando los géneros, tolerando la opinión de los demás; considerando a los hijos, a la familia: actuando siempre en función al bienestar general y al desarrollo de la nación.
3. Para terminar, las dictaduras y las democracias deficientes son letales para la humanidad, para el desarrollo, el progreso, la educación, la justicia y la igualdad. En una democracia deficiente o donde no hay gobernanza democrática hay educación ineficiente, mayor atraso, analfabetismo, manipulación y sumisión de las poblaciones más desfavorecidas; hay populismo, asistencialismo, clientelismo político, corrupción a gran escala, impunidad; hay guerras civiles, protestas sociales, represión por parte del Estado, opresión política o económica; hay más contaminación ambiental y aparición de fenómenos y cambios climáticos bruscos e insalvables; hay desigualdad, discriminación, exclusión social, cultural, económica; hay violencia social y política. En cambio, si existiese gobernanza y democracia eficiente (es decir como debiera ser), estos serían sus beneficios y ventajas: educación inclusiva, intercultural, eficiente, crítica, reflexiva, técnica y académica.; habría mayor desarrollo científico y académico; habría mayor compromiso y preocupación por el bienestar de los pobres, los marginados y los excluidos; habría una verdadera apertura al diálogo, la tolerancia y respeto por la libertad individual y colectiva; habría mayor responsabilidad y compromiso medioambiental por parte de quienes detentan el poder y los inversionistas nacionales o transnacionales (el gobierno, a través del Estado como entidad, no actuaría a favor de un grupo minoritario de inversionistas, en desmedro del medio ambiente y de las mayorías que resultan perjudicadas y excluidas).
Casos como el de Bagua, Tía María, Chala, Moquegua, Puno (solo para ejemplificar de manera puntual y concreta)… ocurren precisamente porque no hay una gobernanza democrática: nuestra nación adolece de la existencia de una democracia y de una gobernanza eficiente. El neoliberalismo y la economía de mercado (que hoy defienden la derecha y los medios de comunicación allegados y parcializados) por donde se le mire, es ajeno y nocivo para la gobernanza democrática, es enemiga de los intereses de la nación.
Último: visto el debate electoral de ayer (29/05/11), nos preguntamos: ¿alguno de los candidatos tiene el perfil para ejercer la gobernanza democrática? ¿Quién tiene el perfil de un demócrata, de un estadista y un hombre de firmes convicciones morales, éticas y civiles? ¿Quién? ¿Si retrocedemos en el tiempo y hacemos memoria para buscarlo en el pasado, hay alguien en esa línea de tiempo? La respuesta es ninguno, y abruma. Basta ya de más de lo mismo; pero con resignación, hoy por hoy y mal que mal nos encontramos en una encrucijada electoral: nuestros compatriotas nos han hecho oír su voz de protesta y ya tenemos las dos opciones: ojalá el 5 de junio nos iluminen la razón, la dignidad, la decencia y la memoria: Fujimori es, por donde se le mire, una amenaza y es letal para nuestra memoria: nos juzgará la historia. La democracia, el desarrollo y el progreso no se miden en las cifras económicas y los intereses de un grupo de familias privilegiadas, sino en el sentido de dignidad y ética que se debe cultivar y desarrollar hasta su máxima expresión.
0 comentarios:
Publicar un comentario