La poesía se puede concebir de
muchas maneras; pero sobre todo –hay cierto consenso en ello– se puede entender
de dos maneras: como un acto de creación y como un acto de habla, esto es, como
un discurso cuya característica primordial es su intencionalidad. Como discurso,
es un texto creado intencionalmente y es un texto que dice algo, pero de una
forma estética; es decir, es un texto literario.
La poesía es un acto en sí mismo.
Es un acto de rebeldía, un acto de rechazo, de insubordinación, de resistencia,
de lucha –y no se diga solo de la lucha política, social: hablamos de lucha en
el sentido más lato y más metafórico posible–. La poesía de César Vallejo,
Alejandro Romualdo, Luis Hernández, entre muchos otros, son claros ejemplos de
ello. También es un acto de amor y un acto de desamor. Amor por la vida, amor
por lo corporal, por lo místico, por los espiritual… amor al fin y al cabo. En
versos como “Te estoy perdiendo/ en cada voz que escuchas,/ en cada rostro que
contemplas,/ en cada gesto tuyo,/ en cada lugar/ que recibe a tu cuerpo (…)” y “Me gustas porque tienes el color de los
patios/ de las casas tranquilas” de Washington Delgado y Juan Gonzalo Rose,
respectivamente, encontramos claros ejemplos de la poesía como acto de amor,
por citar solo dos ejemplos.
La poesía también se puede
entender como un acto de creación pura. Tal como lo entendieron y concibieron
los poetas llamados artepuristas como Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren,
entre otros.
El poeta, en consecuencia, es un
creador. Uno que sueña, que vive, que se rebela; que interpela, reclama,
protesta. Es un creador cuya herramienta esencial es la palabra. Tabaré Ramos –poeta nacido en Lima– es
precisamente uno de estos poetas que uno conoce en la vida; y es debido a él que venimos reflexionado sobre la labor del
poeta y sobre la poesía en sus diferentes formas de manifestación: sirva de
excusa todo lo dicho para hablar de la poesía de este poeta trotamundos y
perseguidor de quimeras.
Tiene entre sus publicaciones libros de
cuentos, novelas y poesía tales como
Ladrón de sueños, El balcón de Madrid, Tres relatos y una confesión, El
anciano, perseguidor de quimeras, En Sayula nació la gata, Cancionero de Baco,
entre otros. Hoy nos entrega decimotercer libro, su poemario Malabrigo, con la casa editora Apogeo (Lima,
2013).
Malabrigo, desde un punto de vista formal, consta de más de un
centenar de poemas agrupados en 122 páginas por una temática más o menos
uniforme. El título de la obra funciona bien
como una metáfora. Connota falta
de abrigo, falta de calor, falta de cobijo; al mismo tiempo hace referencia también al puerto norteño del
distrito de Rázuri (La Libertad) -creado el 9 de Mayo de 1925-; además, hay que
recordarlo, es también el nombre de una canción que se hizo popular con Lucha
Reyes.
Revisando alguna biografía de
Tabaré Ramos noto que hay ciertos temas recurrentes en su poética, los mismos
que funcionan como tópicos; tales como el vino, el mar, los sentimientos de
enajenación, la bohemia sin futuro, la figura del poeta como un ser ajeno y
solitario, los amores apasionados y los desamores, entre otros.
En Malabrigo, Tabaré le canta al mar, a la bohemia y al placer divino
de los dioses como Baco: el vino. A
través del enunciador lírico (el yo poético)
escribe un mensaje de aliento, de esperanza y perseverancia; de fortalezas
y fracasos; de alegrías y miserias.
El enunciador lírico busca
regocijo en el vino para calmar la soledad, la tristeza, la miseria… para
escapar de la memoria o para huir de la falta de abrigo y cobijo. Busca refugio
en la musa, que es la mujer amada, a quien recuerda e invoca; la que es compañera
de las soledades de los tropiezos; es alguien
hacia quien busca regresar para calmar la sed del alma y aplacar las miserias
de lo vivido. De este modo, el mar, las crestas
marinas, el amor de una mujer erotizada, el vino, la noche, el puerto, Barranco
–cuna de la bohemia– son escenarios
evocados con recurrente frenesí. Escenarios predilectos en los que el
enunciador lírico se desplaza con fruición.
La figura del poeta se asocia a
una forma de locura, es decir, incomprensión. El poeta es un ser que sueña, que
se rebela, que sufre y que goza de la vida como un demonio feliz. El poeta es
solitario guerrero que lucha en medio de la miseria, la incomprensión, la
soledad… El poeta es un ser que vive en el dolor (26). Pero es un ser
resignado, que acepta sin arrepentimiento, su vida pródiga, disipada, bohemia (34). Es un ser que agoniza (35). Pero que vive todavía porque
siente un deseo desenfrenado por la vida y añora a la mujer amada, a la hembra
altiva (24); a la que recuerda con un
erotismo febril (25), porque aún en la
miseria se encuentra el placer por el vivir y se encuentra sosiego en el placer
corporal (36), porque incluso en la agonía se encuentra refugio en el vino y los
recuerdos de otros tiempos (37).
El poeta es un ser que muere,
pero es un ser que vive porque es un gitano
de travesía que invita a reflexionar sobre la desesperanza, la pesadumbre,
el fracaso (profesional, personal, moral, etc.), a pesar de la muerte, la
incertidumbre, la inseguridad, lo incierto del mañana.
LUIS ALBERTO MEDINA
2 comentarios:
profesor ya visite su pagina ,y me gusto su pagina
fretel cindy
profesor me gusto su pagina y es muy interesante y ya hice mi tarea de Hurtado CORO jazmin DEL SAN MARCOS DEL SUR
Publicar un comentario