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jueves, 2 de febrero de 2012 | By: Luis Alberto Medina Huamaní

LA CORRUPCIÓN y nuestra PERUANIDAD

imagen tomada de http://lamula.pe/2011/09/01/la-corrupcion-aprista/raul

En un texto anterior (DISCURSO contra la prensa amarilla: en defensa de la libertad y la dignidad de la persona humana; publicado en Ciudad Literaria), anoté estas últimas ideas:

“La gran mayoría de los medios de comunicación, en lugar de ser una herramienta para informar, educar y formar una identidad y una sociedad crítica, son una plaga de intereses económicos... "son harto conocidas las leyes que rigen la moral, la ética, los principios y el compromiso de la prensa con la verdad: el rey dinero es quien manda y demanda. No importa cuánto se mienta o cuánto daño se haga a las familias implicadas con tal de generar titulares, ventas, y ganancias cuantiosas"... Callan y mienten cuando sus intereses económicos o los de los grupos económicos amigos, a quienes son adictos, peligran... desinforman o manipulan la información y con ello arrastran a la sociedad: niños, estudiantes escolares, amas de casa son las víctimas de esta falta de ética. Etc... ¿Qué herencia? ¿Qué cultura vamos legando a los más pequeños?: la de la informalidad, la mentira, la viveza, la corrupción, la indiferencia...”.

Parto de estas ideas previas para escribir contra otra de los lastres de la  sociedad peruana: la corrupción, la indiferencia y la cultura de la ilegalidad.

Esta es una historia menos agradable y sí muy grave:  la corrupción es también parte de nuestra peruanidad; igual que la viveza, la dejadez, el conformismo, la cultura de la “criollada”, el no respeto por las leyes y normas más elementales de convivencia. Con esto no quiero decir que la corrupción sea privativa de la sociedad peruana, solo que aquí tenemos una predilección por ella: nuestras autoridades (congresistas, regidores, etc.) son elegidas no por sus virtudes, principios y trayectoria profesional o política, sino por la cantidad de dinero que aporta a las arcas del partido que le ofrece el puesto, nada menos. 

Ser peruano es también ser corrupto e indiferente porque la corrupción forma parte de la cultura y la idiosincrasia peruanas. Esto es un problema generalizado que está inserto en nuestros patrones culturales, en nuestra práctica cotidiana y en nuestros genes: es en resumidas cuentas uno de los problemas neurálgicos más graves de la sociedad peruana: una práctica insana vigente en todas las esteraras sociales y del poder. 

Como siempre, un problema debe ser afrontado desde sus raíces para ser resuelto. Es menester la participación activa de todo ciudadano, de las autoridades políticas y las fuerzas del orden. Para ello proponemos una serie de posibilidades: a) una educación sólida en la práctica de valores; b) educación a la sociedad a través de campañas realizadas conjuntamente entre el Estado, los empresarios y demás autoridades; c) sanciones drásticas contra las autoridades o personas corruptas: veto al corrupto y al corruptor para ejercer cargos públicos: nunca más debe ejercerlo; d) leyes contundentes que sancionen (encarcelamiento incluido) a estas personas: cero tolerancia
En conclusión: la corrupción es parte de un problema que nos concierne a todos, por la tanto debe ser reconocido, asumido y sancionado por todos mediante  la educación y las sanciones respectivas: el corrupto no puede seguir ejerciendo cargos públicos.